viernes, 14 de agosto de 2009

siesta, consorcio reconquista.

Cristian, Martita, Albita, Iván, Tamara, Huguito, Octavio y yo. Ocho bicicletas unidas con soga. Una plaza con forma de nave gigante a punto de despegar. Arriba de la plaza, una torre de control o dos tanques de agua. Preparados. Vamos a dar vueltas a la nave. Cristian tiene el pie izquierdo en el pedal y el otro en el piso. Mira para atrás de costado, sonriendo y mostrando la mitad de sus dientes. Es el autor intelectual y tiene los nervios del estreno. El resto está comprometido con la misión. Listos. Nadie mira para atrás. Veo siete nucas. Ya. Ocho maneras de pedalear se tratan de poner de acuerdo. No sé si quiero gritar. Y ahí avanzamos treinta o cuarenta metros. Primera curva. Easy left. El miedo y una mala decisión con mis piernas hace que termine mirando el asfalto muy de cerca. Me arrastran. Me duele. Me arrastran. Y me sangra. La boca, el cachete izquierdo, el codo y la rodilla. Ahora sí, grito.