sábado, 5 de abril de 2008

me olvidé de preguntarle el nombre.

- ¿Pero era muy linda? ¿O era de esas que por la ropa o por la onda ya te llaman la atención?
- No sé, un poco de las dos cosas, pero la ropa no era, si ni siquiera sé qué tenía. O sea, tenía un jean, pero es lo único que vi porque arriba tenía un guardapolvo azul que tapaba todo.
- ¿Azul?
- Y sí, maestra no es.
- No, pero qué triste azul.
- Y ella tenía un poco de triste. Algo melancólico en la mirada, en la expresión. De vez en cuando sonreía, pero muy poco.
- Y sí, un poco desubicado si se larga a reír ahí.
- Por eso te digo, de vez en cuando, como para ser simpática. Aunque no lo hacía forzado. Eran sonrisitas sinceras que se le escapaban.
- ¿Qué te hacés el poeta, sonrisitas?
- No te cuento más, por hijo de puta.
- Dale poeta, no jodas.
- Bueno, eso. Pasaba de un lado para el otro con la bandeja en la mano ofreciendo café. Pero justo por la zona donde yo estaba, no pasaba muy seguido.
- ¿Vos estabas cerca del coso?
- Más o menos, a unos cinco metros.
- Re cerca. Capaz que por eso, a lo mejor la mina tenía impresión.
- ¿Cómo va a tener impresión si trabaja ahí?
- Sí, es verdad. Raro el laburo. A mí me daría impresión. Además la energía del lugar, debe ser heavy.
- Sí, eso pensaba mientras la miraba. Lo debe haber aceptado por los horarios y por el sueldo. Pero no debe ser que ella buscó específicamente "ese" trabajo. Seguro le quedó cómodo.
- ¿Y el teléfono cómo lo conseguiste?
- Me fui al patiecito interno a fumarme un pucho. Y se me ocurrió llamarla para que me diera fuego, pero no me veía, así que empecé a hacer señas con las manos. Había un montón de flores y se complicaba un poco, pero me vio. Vino y sin decirme nada se metió la mano al bolsillo y sacó unos fósforos. De esos que vienen en caja chica. Me prendió el pucho, le dije gracias y me pidió una seca antes de irse.
- Ah, tiró un poco de onda ella.
- Una seca pidió, nada más.
- ¿Y ahí le pediste el teléfono?
- No. Como dos horas después. Antes de irme me acerqué y le pedí el número. Medio que dudó, me dio la impresión que no encontró las palabras justas para darme una excusa creíble y terminó largando el número.
- Che, a todo esto, ¿de quién era el velorio?
- Del viejo de Fermín, el que labura conmigo en la agencia, el diseñador.
- Ah, sí, me habías dicho...
- ¿Qué pasa?
- Nada, me quedé pensado en lo que me contaste de la mina esta que labura ahí sirviendo café. Bah, sirviendo café en una sala velatoria y me acordé que mi mamá siempre que pasamos por un bar y queremos tomar un café se fija si cerca hay una clínica. Si hay una clínica no entramos. Dice que esos lugares no tienen muy buenas vibraciones. Que la gente preocupada la llena de una especie de mala onda.
- ¿Y qué tiene que ver con lo que te conté?
- Y eso, que pobre mina, laburar ahí donde todos lloran, están trises, qué se yo. Tiene relación.
- Sí, puede ser, entendí.
- ¿La vas a llamar?
- Creo que sí, quiero dejar pasar unos días, para no quedar pesado.
- Sí, mejor.

3 comentarios:

Horacio dijo...

Pero... y si no le preguntaste el nombre, que vas a decir cuando la llames?...

-Hola... vos sos la chica que sirve cafés en los velorios?

Jajjajajaja... sería muy gracioso...

Bueno... ponele onda...

Un saludo, te sigo leyendo

Fernando dijo...

Sorry, pero de verdad el chizito de se lo comió el perro. Se llama Sargento. El nombre se lo puso la Vica.
Bueno, buena onda tu blog, te agrego.

Saludos.

Pd: ¿que onda si a la chica LE GUSTA su trabajo?

3om dijo...

Hola Nacho me gusta mucho lo que escribis!!! siga adelante con las clases de dramaturgia-guion!
che la pude ver a la mina, morocha, pelo corto...muy bueno eso!
y creo que se llama Ana, o Clara, o Laura, nose, se me hace que su nombre tiene mas de una "A"
SALUDOS!