viernes, 28 de marzo de 2008

buen día.

Hay días en los que percibe de otra manera. Más abierta, más permeable a lo que la rodea. Una parte de su cuerpo parece estar despierta y otra adormecida con algunos calambres. Días en los que no importa mucho la distancia, todo la toca. Ciertas imágenes le causan un profundo dolor y otras un montón de sonrisas. Ambivalencia. Las lágrimas no piden permiso. La lógica dice ausente, no se trata de entender.
Ayer fue uno de esos días. Desayunó café con leche y unas tostadas envasadas con queso crema. Saludó al portero con un buen día, fue a trabajar, fumó un cigarrillo en la vereda y volvió en colectivo. De lunes a viernes es así.
Cuando llegó su edificio le pareció más aburrido que de costumbre, lo vio gris. El ascensor la estaba esperando. Arriba, le costó introducir la llave en la cerradura. Poca fuerza, poca voluntad y poca luz. Tocó el botoncito naranja que está al lado del timbre y todo de hizo brillante. Pensó que la luz fue excesiva y tuvo temor a un posible dolor de cabeza. Se dijo basta. Abrió. Tres sobres en el piso la saludaron guiñando un ojo cada uno. En el sillón, estaba él. Leyendo una revista vieja y con un vaso de gaseosa en la mano izquierda. El ruidito de los hielos chocando con el vidrio iba muy bien con la escena.

- ¿Cómo te fue?
Ella hubiera preferido no contestar, pero se le hizo difícil ser coherente.
- Bien.
- ¿Bien bien o bien con jota?
- ¿Qué es eso de bien con jota?
- Una cosa es bien bien y otra cosa es bien jodido.

Listo. Eso fue suficiente. De repente se energizó su cuerpo, su cuerpo y su cabeza. Subió agua al tanque y se largó. Con todo. Subió el volumen de su voz y acompañó su discurso con movimientos absurdos en sus manos.

- Lo que te voy a decir es sólo para que lo tengas en cuenta, Nicolás. Tus comentarios que intentan ser graciosos, conmigo ya no cumplen su objetivo.

Pensó que estaba utilizando un vocabulario un tanto técnico, pero fue sólo el comienzo. A él, se le entrecortó el paso de gaseosa en su garganta y sus ojos se hicieron más grandes.

- ¿Qué te pasa?
- Qué se yo Nico, nada es tan de repente ni nada es tan lento. Son procesos. Los vivo como puedo y por ahí reconozco que no soy consciente de ellos, pero no sé, me pasa eso. Hay cosas que salen un día y no te las esperás. Como ese jueves, en lo de tu tía, que descubrí que me gusta la remolacha. Toda una vida mirándola con desconfianza y tuve que pasar por una situación rara, porque convengamos que es raro que alguien te diga pero sí, probala que te va a gustar, la preparé especialmente para vos. ¿Cómo va a hacer algo especialmente para mi si ni sabe qué me gusta? Vieja chiflada. La probé de compromiso. Y ahí tenés, me gustó la remolacha. Eso se dió de un día para el otro. Pero hay otras cosas que se dan y no son de un día para el otro.
- No te entiendo.
- Se van dando, son como pelusas en el piso. Se tiene que juntar una cantidad importante para que uno las vea. Tus chistes por ejemplo. No fue que de un jueves a un viernes no me hicieron reír más. Fue de a poco. Qué se yo, soy una persona, Nico.
- Yo también.

Eso fue algo que ella no esperaba. Fue la intervención que la hizo parar. Respiró hondo y se sentó junto a él. Pasaron unos minutos en silencio. No se miraron a los ojos y sin pensarlo sus respiraciones se pusieron de acuerdo.

- Perdón. No sé qué me pasa, me cayó mal lo del bien con jota y salté con cualquier cosa.
- Todo bien.

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